El Cuaderno de Sergio Plou

      

martes 5 de febrero de 2013

Ya se cansarán




  Los técnicos y asesores de Mariano tienen un sentido del humor muy particular. Del mismo modo que plantean una comparecencia virtual, colocando una tele en la sala de prensa, le arrean a Mariano un casco de traducción simultánea —que parece una orejera contra el ruido ambiental— y le animan a que sonría igual que un bobalicón, para ver cómo se las apaña con la Merkel. El resultado, si no fuera indignante, sería de chiste. Nunca sale este hombre bien parado de los acontecimientos y sin embargo actúa una y otra vez como si le acompañara el éxito allá donde fuese. Por si cupiera la menor duda, cada vez que aparece Mariano en público dibuja el mismo monólogo interno, gracias al cual se da ánimos a sí mismo. En esta ocasión berlinesa no ha tenido de hecho ningún reparo en afirmar que no sólo se siente con ganas e ilusión sino que poco menos que está poseído por el lado oscuro de la fuerza, el coraje del diablo de Tasmania y la determinación del coyote en su eterna carrera contra el correcaminos. A este barbudo lisonjero, patricio en sus vicios y hechuras, cuya mano jamás tiembla hasta el extremo de que podría tostarla en unas brasas, las insidias y las infamias que viertan los demás sencillamente le resbalan. Está convencido de que nada puede probarse y por lo tanto conmina a los mensajeros de tan nefastas noticias a que dejen ya de dar la tabarra. Los papeles de Bárcenas, a su juicio, son falsos. Quizá no lo sean todos, pero la mayoría son una broma de mal gusto, por eso anuncia que su partido acudirá a los tribunales contra todos los que duden de su palabra. Lo que resulta patético.

  Los hombres de negro, mientras tanto, han pasado el informe correspondiente al segundo tramo del rescate bancario y como saben que no es el mejor momento para incidir en los recortes y las privatizaciones han confirmado que todo va miel sobre hojuelas, aunque permanecerán vigilantes. Los guías y supervisores del neoliberalismo avisan a Mariano de que debe estar disponible porque cabe la posibilidad de que surjan, igual que los rebollones en el monte, una serie de vulnerabilidades en la ejecución de los activos tóxicos. La situación económica es muy desafiante y lo mismo se necesita más trabajo conceptual en las próximas semanas, sobre todo en los proyectos de nuevas reformas, las cuales tendrían que adoptarse con rapidez y eficazmente. Como las parábolas de los hombres de negro producen en Mariano una fascinación asombrosa, no duda este hombre en actuar de verdugo, por eso habla de fuerza, coraje y determinación, incluso de la ilusión que le embriaga y las ganas que tiene de proseguir con la faena. Las mismas que gozaba, a su entender, el día de la jornada electoral, cuando triunfó por mayoría absoluta. Así que debe tener Mariano una moral —si no de hierro— quizá de corcho: empapa cualquier amenaza hasta que la evapora por agotamiento.

  Todavía recuerdo que, en la conferencia virtual del pasado sábado, sugirió que la auténtica soberanía popular residía en los mercados. Los mercados no habían prestado demasiado interés a los millones de euros que se desperdigaban en los bolsillos de la cúpula del partido popular, de modo que sería ridículo tomarse a pecho el asunto y presentar dimisiones. Si los mercados apoyan a Mariano, que salga el sol por Antequera. Sin embargo, la jornada bursátil del lunes tuvo una caída de casi el 4%, la mayor desde septiembre, desplomándose entre un 4% y un 6% las grandes firmas del Ibex y llegando a subir treinta puntos la prima de riesgo, consecuencia directa de que salieran a la luz los papeles de Bárcenas. Parece ser que los mercados están un tanto inquietos con el reparto de sobres pero a Mariano no le consta. A Mariano sólo le consta lo que los hombres de negro quieren oír, por eso habla de que el déficit estructural se ha reducido un 3,5% durante el año pasado. Es el precio que se paga por triturar la justicia, la sanidad y la escuela pública hasta alcanzar el cénit de los seis millones de parados. No me extraña que la Merkel diga de Mariano que le causa gran respeto y admiración —no va a decir que es un tonto del haba—, ella sabe de buena tinta que al resto de los mortales nos produce urticaria. Pero es su lacayo y de momento no tiene otro al que lanzarle el hueso y darle en el lomo unas cuantas palmadas.