El Cuaderno de Sergio Plou

      

martes 28 de septiembre de 2010

Infecciones




  Cuatro años y medio después de que se iniciara la Operación Malaya, la desopilante ciudad de Marbella continúa gozando de una deuda de más de quinientos millones de euros y todavía siguen chupando del bote sus cuatro mil cargos de confianza. Estos menganos se llevan a casa el sesenta por ciento de toda la pasta consistorial: ciento cuarenta y tres millones en sueldos. Estamos hablando de la mayor trama de corrupción descubierta en un ayuntamiento hispano. Alrededor de un centenar de policías, guardias civiles y seguretas vigilan el proceso mientras un montón de allegados a los implicados e incluso los propios procesados negocian ya desde hace semanas su aparición en diferentes cadenas de televisión para forrarse un poco más, si cabe, con nuevas exclusivas millonarias. Podrían interferir en el transcurso de la vista oral, pero acaba de abrirse el juicio y nadie sabe a ciencia cierta cuándo terminará, de modo que entre una cosa y otra siguen haciendo caja.

  El Tribunal Constitucional se compone de 12 miembros nombrados por el Rey; de ellos, cuatro a propuesta del Congreso por mayoría de tres quintos de sus miembros; cuatro a propuesta del Senado, con idéntica mayoría; dos a propuesta del Gobierno y dos a propuesta del Consejo General del Poder Judicial. Deberán ser nombrados entre Magistrados y Fiscales, Profesores de Universidad, funcionarios públicos y abogados, todos ellos juristas de reconocido prestigio y con más de quince años de ejercicio profesional. Se designan por un periodo de nueve años y se renuevan por terceras partes cada tres. Cada uno de ellos gana más de ciento veinte mil euros al año y ya hemos perdido la memoria desde hace cuánto tiempo se aferran a sus respectivas poltronas. Los principales partidos políticos comunican que acaban de alcanzar un preacuerdo sobre los nuevos nombramientos. Tampoco parece que tengan mucha prisa.

  Los informáticos más experimentados han acorralado a un gusano que entra en los ordenadores por los puertos USB mediante los clásicos lápices de memoria. Han tardado menos de un año en comprender su funcionamiento y los desastres que ocasiona en los equipos que trabajan con Windows, cómo se cuela en los sistemas SCADA fabricados por Siemens y empieza a sabotear los procesos industriales. El virus infecta toda la maquinaria de una empresa conectada en red hasta que la deja criando malvas. Se llama Stuxnet. Nadie sabe lo que cobraron sus inventores pero las pérdidas que produce son cuantiosas. Para hacernos una idea, acaba de salir en los medios de comunicación que las centrales nucleares de Bushehr y Natanz, en Irán, podrían haber sido afectadas. Sin embargo esta posibilidad se conocía ya en internet desde mediados de junio, cuando la hicieron pública los bielorrusos de la BlokAda, una sociedad dedicada a desmontar este tipo de «malvare». Tal vez deberían de contratarlos para hacer otras limpiezas.